Vamos a admitirlo, sí, tenemos mono. Mucho mono. Y aunque hagamos de la necesidad virtud y entrenemos en el salón o en la bañera, no se nos quita el ansia de mar. Amigos, lo primero es aceptar la situación, porque no nos queda otra, lo segundo es intentar aprender todo lo que podamos y salir de ésta mucho más fuertes. Así que ahora más que nunca vamos a dejarnos llevar por el flow de la vida, y si la vida nos pide estar dentro, vamos a mirar hacia adentro, dentro de nosotros mismos.
Porque si vamos al fondo de la cuestión, en realidad, por qué nos pone tanto estar encima de una tabla? Qué nos provoca el ansia viva de entrar al mar cada día? La respuesta es sencilla y estaremos todos de acuerdo: el mar nos hace sentir libres y llenos de energía, nos permite gozar del momento presente y enchufarnos a la plenitud de la vida.
Te habrá pasado muchas veces igual que a mi. Tienes un día de perros, llegas cansado a la playa, entras en el agua y se te pasa todo. Hemos sido unos quejicas todo el día y de repente encima de la tabla sacamos la mejor de las actitudes. Nos entregamos, nos superamos, nos soltamos, sonreímos: lo damos todo en el momento presente con la mejor de las disposiciones. En el mar no solemos enfadarnos con las circunstancias, las vemos como oportunidades. Si se gira algo de viento, no nos paramos a lamentarnos, al contrario, aprovechamos para remar con más fuerza. Si una buena ola se hace esperar no perdemos los estribos, simplemente disfrutamos de estar allí presentes mirando el horizonte. Pues aquí esta el quid de la cuestión: la actitud y la buena disposición son lo que marca la diferencia.
Así es. Lo que realmente disfrutas del surf no es el surf, es todo lo maravilloso que sale de ti cuando lo estas practicando. Lo vives a fondo porque te das a fondo. Y toda ésa energía y ésa abundancia que despliegas en el agua, las puedes volver a experimentar siempre que quieras, en el mar o en la cola del súper. Sólo tienes que comprometerte a dar lo mejor de ti en cada circunstancia que se te presente, sea cual sea, con la misma actitud positiva, el mismo amor y la misma entrega con la que te lanzas al agua. Éste es el entrenamiento que te hará invencible y te dará la mayor recompensa.
La actitud es poderosa, pero también lo es la introspección. Como el yogui que se entrega en cuerpo y alma en una asana y pierde la noción del tiempo, el mar nos conecta con la misma unidad. En el agua sentimos que todo esta conectado, lo de dentro y lo de fuera. La mirada descansa en el azul del horizonte y los pensamientos charlatanes bajan el volumen. El ego se adormece y sólo queda puro gozo y pura paz.
Pues bien, desde casa también podemos conectar internamente con ésa sensación de máxima plenitud. Da igual si es meditando, haciendo yoga o viendo las nubes pasar. Puedes incluso cerrar los ojos y evocar las sensaciones del mar: desde la fuerza de la ola que te empuja, hasta el torrente de energía que te sacude a cada remada. Saborea esa fuerza y esa energía. Date un momento para sentirla, para vivirla. Sumérgete en ése fondo de pura vida y permite que te acompañe todo el día. Lo que buscas en el mar ya lo tienes aquí y ahora, sólo hay que mirar hacia adentro, reconocerlo y expresarlo en cada cosa que hagas. Así que no depende del lugar en el que estés, sino de lo que estas dispuesto a dar de ti mismo. En Hawái, en la Barceloneta o en tu casa. El paraíso es una cuestión de actitud, así que manos a la obra.